El derecho al juego y el rol de las ludotecas en su difusión.

Elaborado por Ines Westphalen – Cuernavaca(México)

 

La tarea que emprendo aquí es sin duda una empresa difícil: quisiera incluir dentro de todos estos temas medulares en relación a la infancia, un aspecto que para muchos puede sonar irrelevante y tal vez incluso trivial: el derecho de nuestros niños al juego.

Decir que en el juego se puede sintetizar la esencia del ser niño es algo que parece poco discutible e incluso, para algunos, son palabras con un tinte poético que caracteriza a las que encierran las grandes verdades; pero como adultos, ir a fondo en las implicaciones que esto tiene en la formación de nuestros pequeños es algo que pocos admiten considerar.

“Igual ellos juegan…” a esto se puede agregar “y nosotros nos encargamos de mostrarles que rápido pasan a la categoría de “grandes” que no necesitan del juego y pueden enfocar sus energías en asuntos más relevantes.

Así el balance de la situación actual del juego en México tiene muy pocas cifras contundentes y bien documentadas a las cuales recurrir. Escasos son los estudiosos que se han acercado a la investigación de este campo. El juego puede ser visto como una buena terapia por los psicólogos, un auxiliar didáctico novedoso para los pedagogos y un pasatiempo inofensivo para los padres de familia pero raros son aquellos que le confieren la importancia que realmente tiene en el desarrollo infantil.


Cuando se habla de alimentación, educación, integridad física, incorporación temprana al mundo laboral, prevención de enfermedades tan graves como el VIH sida o la diabetes, pobreza extrema, problemas migratorios, violencia intrafamiliar, deserción escolar o adicciones, recordar el universo lúdico podría casi entenderse como una falta de respeto. Y no obstante en todos los puntos anteriormente mencionados el juego desempeña un papel significativo.. Así lo han entendido los hacedores de la Convención de los Derechos de los Niños que en el artículo 31 señalan: Los niños tienen derecho al descanso, al juego, al arte y la cultura. Yo quisiera recalcar que sin estos elementos no solo no hay vida humana digna si no que las consecuencias en el desarrollo de un individuo pueden ser nefastas e irreparables.

Lo terrible que suenan las siguientes palabras en boca de un adulto:
“Es que yo nunca supe lo que quería decir Jugar”, nos muestran la convicción profunda que muchos de nosotros atesoramos que ese “Derecho al juego” es tan esencial como el estar vivo. El encabezado reciente de un periódico latinoamericano: “65 000 niños no saben de juegos” es algo que muchos empacadores, cargadores, vendedores ambulantes o jóvenes jornaleros agrícolas de nuestro país podrían suponer que habla de su propia experiencia. Aún cuando niños enfermos, con hambre o que ya forman parte de nuestra fuerza laboral pueden disfrutar de pequeños paréntesis de normalidad a través de unos momentos de juego, estos no son suficientes si el peso de lo demás logra hacerles olvidar que si los han disfrutado. En efecto es curioso constatar como el juego es un comportamiento tan esencial que aún en situaciones extremas puede aparecer como un mecanismo de defensa que permite la sobrevivencia. Cualquiera de nosotros ha observado a unos niños en algún camellón en medio del tráfico de la ciudad absorto en la manipulación de un pequeño vehículo de plástico o entretenido con un par de corcholatas.

Es sin duda una profunda injusticia que las posibilidades de juego estén distribuidas inequitativamente entre nuestros infantes. Pero ahora además hay ciertas características de nuestra modernidad que inciden en forma determinante sobre las posibilidades de ejercer el derecho al juego. No hablo solo de la falta de tiempo de los adultos para compartir esta actividad de sus hijos, si no de los espacios cada vez más reducidos e inseguros donde practicar esta actividad. De las pocas horas disponibles entre estudios, transporte, comidas, tareas domésticas y descanso nocturno. De la fascinación que ejercen las pantallas televisivas y las computadoras. La insatisfacción que genera el no poder acceder a las maravillas de centros de esparcimiento y juguetes sofisticados cuyo costo nunca tiene en cuenta la realidad económica de la mayoría de nuestras familias. Nuestros ideales lúdicos son día con día más globalizados y la oferta de juguetes artesanales y/o caseros se vuelve más excepcional. Las prioridades están en otros ámbitos, así sentarse a jugar cada vez más es visto como una “niñería” o una pérdida de tiempo. Ejemplo de ello pueden ser la larga lista de actividades vespertinas con que las clases acomodadas atiborran las tardes de sus hijos con la esperanza que compensen las deficiencias de la educación formal y se les abran puertas en el futuro.

Permítanme ahora presentar algunos datos bastante significativos en este ámbito:
- - Se considera que, idealmente, cada uno de nosotros debería disfrutar en su lugar de residencia de cuanto menos 16m2 de áreas verdes. En la ciudad de México se dispone de 2.3m2.
- - En las casas ¿cuales serán los espacios con que cuentan los menores cuando sabemos que el 60% de los pequeños duermen en la misma habitación que sus padres?
- - De los 33 millones de menores de 14 años que hay en nuestro país, la mitad padece de marginación y subalimentación. En tanto el 26% sufre de sobrepeso.
- - El promedio de horas frente a la televisión en México es de 4 horas diarias.
- - En 20 años (de 1980 al 2000) 280 fábricas de juguetes cerraron sus puertas. El mercado del juguete está dominado por Mattel y Hasbro mismos que acaparan el 40% de las ventas.
- - Los juguetes siguen siendo un artículo de lujo para la mayoría de las familias mexicanas; ya que, mediante grandes sacrificios, en épocas navideñas o para el día del niño se realizan prácticamente las únicas compras del año en este rubro.


A pesar de que estudiosos de la talla de Piaget, Huizinga o Erikson reconocen el lugar primordial que ocupa el juego estimando esenciales sus aportaciones en el desarrollo y que es ya del dominio público mencionar la riqueza de estímulos y aprendizajes que se encuentran en la gran diversidad del mundo lúdico, pocos son los que toman conciencia de la existencia de este posible aliado para la formación de nuestros jóvenes. Tal vez el paso que hay que dar es demasiado grande para aceptar que en el juego se encuentra el estímulo para la experimentación, la creatividad, la socialización, el sentimiento de libertad y el intento de comprensión y manejo del mundo que nos rodea. Para ello sería necesario admitir que las potencialidades de un individuo en formación son mucho mayores de lo que solemos considerar y que gran parte del proceso cognitivo escapa aún a nuestros encuadres y teorías psicológicas. Difícil decir que un pequeño de un año (o de tres o de cinco) puede saber mejor que un adulto lo que su cuerpo, mente, grado de madurez, gustos y tendencias además de habilidades y capacidad de concentración requiere, pero si observamos a un pequeño desenvolverse en libertad en un ambiente propicio veremos como naturalmente va hacia esas actividades que en ese momento representan un reto para él, le permiten verificar sus adquisiciones y lo estimulan a proseguir en su exploración y/o entrenamiento de diversas destrezas. En ocasiones el niño parece no fatigarse de repetir ciertos actos hasta que se siente plenamente satisfecho del control que tiene sobre la situación, en otras el espíritu de exploración será lo determinante pero siempre irá estableciendo conexiones, mejorando sus habilidades y disfrutando de las potencialidades que se presentan a su alcance. ¿Cuál será entonces el papel del adulto? Además de un ancla de seguridad debería asumirse como una guía para el entendimiento y la aproximación al manejo de los códigos del lenguaje y de las sutilezas del entorno cultural. Un aliado para desentrañar situaciones problemáticas sin olvidar ser un seguidor apasionado de los logros y avances de ese momento. Si por añadidura conseguimos transmitir que es posible equivocarse y que la única forma de “aprender” es pasando por la experiencia, seguro que estamos en el camino correcto. El juego en todo caso resulta una actividad sumamente gratificante que en muchas ocasiones permite una aceptación de retos, reglas y tiempo de concentración que difícilmente encontramos en otros momentos.

¿Se puede enseñar a jugar? El potencial lo tenemos todos pero si nos ayudan a abrir puertas rodeándonos de estímulos diversos y provocadores el resultado será mucho más valioso y trascendente.

Mi trabajo en la ludoteca me ha colocado en un puesto privilegiado para observar que nuestros niños no tienen la oportunidad de interactuar con materiales variados y proposititos, en su mayoría desconocen los juegos de reglas, casi no saben que hacer con un juego de construcción, tienden a usar los juguetes destinados a niños más jóvenes, organizan juegos de imitación o representación con muy pocas variables y riqueza, tienen dificultades en interactuar con sus pares y con frecuencia sienten temor, vergüenza o desconcierto frente a los adultos.

De todo lo anterior se podrá deducir porqué es en las ludotecas donde podemos encontrar auxiliares invaluables en el desarrollo, la promoción y la revalorización del juego. Las ludotecas se deben ante todo considerar como espacios en donde la filosofía central girará en torno al respeto del individuo y del juego como actividad seleccionada con toda libertad y potencialmente fértil para valiosos aprendizajes. Es un espacio de encuentros entre generaciones y entre niños de diversas edades donde es factible que el más pequeño inicie al mayor y que él que viene de un ámbito cultural distinto comparta su percepción del mundo sin imposiciones. Para los padres con frecuencia es un redescubrimiento de su interrelación con sus hijos, un oasis de tranquilidad, un sitio donde verbalizar ciertas inquietudes y en ocasiones facilitar el hallazgo de algunas indicaciones para su ardua tarea de educadores. Esto sin olvidar la naturaleza misma de la ludoteca que al contar con un patrimonio que es de todos sin ser de nadie en particular, a semejanza de lo que ocurre en las bibliotecas o los museos, privilegia la interacción comunitaria y social. En efecto otra de las virtudes de una ludoteca es que intentará cubrir la distancia que separa la riqueza de materiales disponibles en las clases pudientes en relación a las clases menos privilegiadas, otorgando además un espacio donde practicar el juego con toda seguridad con compañeros siempre diversos

Naturalmente para que esto pase de las bonitas palabras a los hechos las ludotecas deberían ser un bien cultural promovido por el estado o por Instituciones privadas de probada seriedad y no dejarse en manos de negociantes particulares que intentarán acercarlo a centros de diversión estilo Disney, con la esperanza de ganancias de consideración. Anotaremos por supuesto que en la competencia y la diversidad de ofertas se propician mejores estándares de calidad. Pero permítanos insistir en la formación rigurosa del personal que tenga a su cargo estos espacios, que además de una reconocida calidad moral deberá contar con una sólida y específica preparación en esta área donde se conjuga un extenso conocimiento de la infancia y del proceso de aprendizaje, con una buena calidad de trato interpersonal, una abertura a situaciones siempre cambiantes y novedosas con un gusto por lo lúdico.
Las ludotecas pueden ser el centro de un complejo cultural alternativo que ofrezca actividades de calidad a una comunidad. Es importante recalcar aquí que aún siendo particularmente idóneas para un público infantil también pueden acoger personas de todas las edades siendo muy convenientes incluso para los mayores de 60! Se pueden implementar en hospitales, cárceles, escuelas o incluso unidades habitacionales todos lugares en que una ludoteca puede redituar en apreciables mejorías en la calidad de vida .

Las ludotecas aunque pueden sonar particularmente novedosas para una parte del público asistente a este foro cumplen en este 2004, setenta años de existencia. En México se han intentado implementar desde hace unos 15 -20 años, desgraciadamente con fuertes impedimentos que se originan en gran medida por la falta de preparación de sus promotores, el poco convencimiento de su utilidad por parte de las instituciones, la falta de conocimiento del público usuario y las dificultades financieras que inevitablemente se enfrenta una actividad que aún no demuestra plenamente su utilidad. Entramos aquí en un círculo vicioso donde los pocos recursos más la inexperiencia y la falta de instrucción se traducen en un servicio pobre, deficiente y que no presenta un gran atractivo. Esto naturalmente resulta en la baja estima en que se tiene a las ludotecas y se manifiesta en una falta de apoyos.

Aprovecho aquí para puntualizar un aspecto fundamental en el buen desempeño de las acciones que se emprenden para intentar paliar estas deficiencias. Esto concierne directamente a la evaluación de los proyectos. No es permisible que tratándose de un rubro tan medular como es el sector educativo se deje a la buena voluntad de los particulares su promoción y cuidado. Tendría que plantearse una instancia que tenga a su cargo el verificar la honradez, capacidades y actuaciones de quienes emprenden o asesoran proyectos sociales. De esta forma no solo se podría prevenir abusos sino certificar que las actividades o capacitaciones que se ofrecen corresponden a los títulos o denominaciones escogidos. Seguramente una mayor conexión con los organismos internacionales que asumen la protección de la infancia sería de gran apoyo.

Además de esta sugerencia me parece que es primordial desarrollar los siguientes puntos:

- Incluir en la legislación la obligación para todo proyecto de edificación de contemplar un porcentaje del área de los conjuntos habitacionales específicamente para ser utilizado como espacio de juego infantil. (En el caso del diseño de colonias incluir una zona de parques y/o áreas recreativas)
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- En la currícula de todas las carreras relacionadas con educación promover la inclusión de cómo mínimo una materia que imparta un conocimiento teórico práctico del juego.
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- En las escuelas de Educación Básica además del espacio dedicado al recreo, incluir en los horarios escolares un tiempo de juego donde promover juegos tradicionales adecuados a las edades, intereses y capacidades de los infantes así como la elaboración de juguetes con material reciclado y los juegos de mesa. Permítanme recordar que países como Rusia tienen al juego de ajedrez dentro de su programa escolar.
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- Instituir un premio nacional anual al mejor juguete diseñado y producido en México, mismo que será escogido en su fase final por un grupo de niños del rango de edad a la que es destinado el material.
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- De los juguetes recolectados o donados con la intención de festejar el día del niño reservar un porcentaje para ser utilizado en forma comunitaria en escuelas u otras instituciones al servicio de la niñez.


- Promover la organización de grupos de juego o de intercambio de juguetes especialmente entre los padres de los niños menores de seis años
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- Organizar ludotecas pedagógicas en cada entidad estatal para que maestros, educadores y padres de familia puedan conocer nuevos juegos así como familiarizarse con sus reglas .

Todos estos puntos serán de ayuda para lograr una revalorización del juego, incorporándolo en forma más activa y consciente a la cotidianidad de nuestros niños y permitiéndonos acercarnos a la defensa de este derecho básico para su desarrollo.

 

 

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