La deprivación infantil como problema social

Por Paulina del Moral

Espiritu que Danza AC

 

Espíritu que Danza A.C. se constituye en 1996, en Torreón, con el objetivo de promover los derechos de niños y niñas consignados en la Convención Internacional de los Derechos del Niño. Somos un organismo de participación colectiva, no gubernamental, sin fines de lucro, que se ha propuesto como misión apoyar física, emocional, psicológica, intelectual, económica y socialmente a niñ@s trabajadores dentro y fuera de la calle, o bien, en riesgo de callejerización.

Estos menores pertenecen a familias marginales, donde los derechos de alimentación, salud, educación, afecto y seguridad no son respetados debido a condiciones estructurales, ya que la sociedad en que vivimos no ha sido capaz de generar con equidad los satisfactores que los niñ@s y otros grupos vulnerables requieren para alcanzar un desarrollo económico y social aceptable. El modelo económico vigente y la concepción del desarrollo adoptada por los responsables de la gestión pública han traído como consecuencia un sistema excluyente, que no ofrece las oportunidades que requieren las familias para satisfacer las necesidades materiales, educativas y afectivas de sus hijos en un entorno seguro. De ahí que l@s niñ@s con quienes trabajamos se encuentran en situación de deprivación crónica.

El nexo existente entre la deprivación sufrida durante la infancia y la delincuencia es algo que ha sido puesto en relación directa a partir de múltiples investigaciones realizadas tanto desde la psicología como desde las ciencias sociales. Autores psicoanalíticos como Wilhelm Reich, John Bowly y Donald W. Winnicott dedicaron algunos de sus trabajos a abordar esta cuestión relativa al origen de la delincuencia.[1]

Según el pediatra y psicoanalista inglés Donald W. Winnicott, la experiencia de deprivación implica que el niño hasta un momento de su infancia ha recibido el suficiente sostén por parte de las personas que le cuidan y en algún momento de esos primeros años de su desarrollo se ha visto deprivado de ese sostén, es decir, de las características esenciales del hogar.

El trabajo de nuestra Asociación parte de la concepción del niñ@ como un ser biológico con una dimensión psicológica inmerso en un entorno social que lo determina. Vista la condición de deprivación como un déficit que medra el desarrollo integral del niñ@ y, por ende, su desarrollo pleno como ser humano, nos hemos dedicado a investigar científicamente este síndrome que afecta a los menores en el ámbito de marginación social colectiva. Dentro de esta población se encuentran los niños trabajadores dentro o fuera de la calle.

Las condiciones sociales en las que viven las familias de los niñ@s que atendemos en EQD conllevan importantes déficits ambientales, a consecuencia de los cuales se producen situaciones permanentes de deprivación que afectan el desarrollo bio-psico-social del individuo.

Para realizar una buena prevención es fundamental conocer las causas que provocan las conductas delictivas y las circunstancias que mantienen estas tendencias. Creemos que esta información puede ser decisiva a la hora de crear planes de intervención.

Es necesario mencionar que Winnicott establece una diferencia con respecto al término privación. Para él la situación de privación implicaría que ni siquiera hubo un buen comienzo, lo que daría lugar a una enfermedad psicótica.

Cuando hay una verdadera deprivación, significa que el despojo ha persistido por un tiempo tan prolongado, que el niño ya no puede mantener vivo el recuerdo de la experiencia positiva vivida y que ejercía un efecto positivo en el proceso de integración que implica el sano desarrollo de su personalidad: "...en la base de la tendencia antisocial hay una buena experiencia temprana que se ha perdido... el grado de madurez del yo que este tipo de percepción posibilita hace que se desarrolle una tendencia antisocial en vez de una enfermedad psicótica." (Winnicott, Deprivación y delincuencia, Paidós, Argentina, 1996, p. 154).

La investigación Las consecuencias de la deprivación en la población infanto-juvenil en situaciones de marginación social colectiva en Torreón, México es coordinada por la psicoterapeuta valenciana Helena Díaz Irles, con fondos de Espíritu que Danza. Este proyecto se encuentra avalado académicamente por el “Instituto Universitario de Investigaciones Psicoanalíticas Oskar Pfíster de la Universidad Pontificia de Salamanca. Contamos también con la colaboración de Teresa Ponts, Psicóloga del Servicio Jurídico de Menores de Barcelona, especialista en menores infractores, así como de Jordi Bachs, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona adscrito al Departamento de Psicología de la Salud, quienes nos apoyan en el área del psicodiagnóstico infantil.

El proyecto de investigación, desde su inicio, tiene dos metas:

a) Ser un proyecto que permita a largo plazo ampliar los conocimientos de las diversas problemáticas del desarrollo emocional del niñ@ que derivan de una situación de marginación social colectiva.

b) Ser un proyecto cuyos resultados redunden de manera directa e inmediata en una mejor prevención y atención a los niñ@s y familias con quienes interactúa Espíritu que Danza.

Los objetivos son:

  • Definir y delimitar las consecuencias negativas que derivan de la experiencia de la deprivación.
  • Contar con un conocimiento profundo de la historia de cada niñ@: "Debemos saber qué cosas ocurren cuando un buen marco se desbarata y también cuando ese marco adecuado jamás existió, y ello implica estudiar todo el tema del desarrollo emocional del individuo" (Op. cit., p. 205.).
  • Proporcionar un espacio "confiable" que el niño pueda poner a prueba: "Además, el niño debe también adquirir un considerable grado de confianza en el nuevo medio, en su estabilidad y su capacidad para mostrarse objetivo, antes de decidirse a renunciar a sus defensas contra la intolerable angustia que cada nueva deprivación puede volver a desencadenar." (Op. cit., p. 206.)
  • · Desarrollar una atención más individualizada para cada miembro atendido: "El niño antisocial, por lo tanto necesita un medio especializado que posea una meta terapéutica, capaz de ofrecer una respuesta real a la esperanza que se expresa a través de los síntomas." (Op. cit., p. 206.)
  • Exponer los resultados de la investigación para cuestionar algunos de los planteamientos actuales de intervención social y aportar líneas de acción más consecuentes con las necesidades emocionales del niñ@ deprivad@. Es muy frecuente atribuir el fracaso de la intervención a una falla insalvable del niñ@ y no cuestionar el planteamiento del programa de intervención.

Frente a nuestros detractores, que piensan que el problema del niñ@ de la calle se resuelve con “redadas” e internamiento institucional indiscriminado que no toma en cuenta el interés superior del niñ@, en Espíritu que Danza, por el contrario, sustentamos nuestras acciones en un amplio marco de referencia. Así, La Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, pactada en la Organización de las Naciones Unidas en 1989 por la mayor parte de los países del mundo, reconoce el compromiso de los Estados partes con l@s niñ@s que padecen las consecuencias de la marginación y la deprivación cuando señala:

“Los Estados Partes adoptarán todas las medidas apropiadas para promover la recuperación física, psicológica y la reintegración social de todo niño víctima de cualquier forma de abandono, explotación o abuso; tortura u otra forma de tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes; o conflictos armados. Esta recuperación y reintegración se llevarán a cabo en un ambiente que fomente la salud, el respeto a sí mismo y la dignidad del niño.” (Artículo 39 de la Convención de los Derechos del Niño.)

El compromiso anterior justifica por sí mismo el objetivo de nuestra investigación. Si las condiciones de pobreza y marginación de millones de niñ@s en el mundo están provocando que estos seres humanos no se desarrollen como tales y pretendemos subsanar las deficiencias consecuentes de su situación, es derecho del niñ@ el que conozcamos profundamente cuál es la problemática emocional provocada por las diversas situaciones adversas para su completo desarrollo bio-psico-social, y desde el conocimiento de estos déficits, podamos hacer intentos concretos e individualizados para su desarrollo integral.

Estudios realizados por el Banco Mundial en junio de 1995 indican que en México el total de personas que viven en la pobreza creció en un 51.36% en los últimos quince años, es decir que más de 31 millones de habitantes viven en situación de pobreza y pobreza extrema.[2]

En América Latina existen registros que señalan que la pobreza femenina se ha incrementado en los últimos quince años en todo el continente.[3]

El 63.9% de las mujeres que trabajan obtienen ingresos de un salario mínimo o menos.[4] Uno de los sectores más afectados por la crisis actual es la población femenina y un porcentaje significativo de las mujeres pobres son jefas del hogar, por lo regular, integrado por numerosos menores.

En América Latina y en México la agudización de la pobreza y las condiciones socioeconómicas que de ello se derivan para sectores mayoritarios de la población han empujado a las familias a asumir nuevos roles y tareas como estrategias de sobrevivencia para el núcleo familiar: trabajo de las mujeres en largas jornadas laborales, subempleo y desempleo de hombres y mujeres, trabajo infantil, son fenómenos que se correlacionan con los cambios en los roles y en la organización de la unidad doméstica. Estas situaciones se traducen en ambientes generadores de deprivación infantil: el hogar se ve cada vez más obstaculizado para satisfacer afectiva y materialmente las necesidades de los hijos en su desarrollo.

Determinar cuándo el hogar del niñ@ no está cumpliendo alguna función importante, es algo que se deduce en muchos casos, a partir del grado de inadaptación que muestra el niñ@, bien sea en el ámbito familiar, escolar o social. Para Winnicott la inadaptación que el niñ@ presenta es consecuencia de que el entorno no se ha adaptado suficientemente a las necesidades de éste.

El término expulsión puede decirnos mucho acerca de la vida de la mayoría de est@s niñ@s que viven en una situación de marginación social. Junto con su familia comparten una expulsión social de inicio, ya que la pobreza crónica implica, por sí misma, una situación de violencia y exclusión. Posteriormente, pasan a ser expulsados de la escuela y en muchos casos terminan siendo expulsados de sus propias familias al llegar a la pre-adolescencia, ya que el niñ@-adolescente no suele aportar ingresos y supone una carga que la familia, generalmente uniparental, soporta con dificultad. Es justamente en el periodo preadolescente donde se suele iniciar el consumo de drogas (inhalantes) y donde puede comenzar a manifestarse una mayor tendencia antisocial. Es también en este periodo cuando el niñ@-adolescente sale a incorporarse a las filas de menores trabajadores dentro o fuera de la calle.

Una vez concluida la investigación “Entender al Niñ@ Deprivad@” ¾que se encuentra en su segunda etapa y carece de financiamiento externo¾ sus resultados serán puestos a disposición de aquellos organismos públicos o privados, de atención al menor y su familia, que decidan aprovecharlos para mejorar sus acciones de intervención.

En Espíritu que Danza hacemos una triple exhortación:

1) Es necesario profesionalizar nuestras acciones mediante la investigación de la problemática que enfrentan los niñ@s trabajadores, especialmente los que desarrollan trabajos peligrosos.

2) Exigimos una participación más activa del gobierno en el apoyo económico a las ONGs que trabajamos con menores y madres de familia en situación marginal, ya que estamos contribuyendo a remediar un problema social que genera el mismo gobierno por su falta de equidad en la distribución de oportunidades de desarrollo para estos grupos sociales.

3) Que detrás del problema del niñ@ deprivad@ se encuentra una mujer en situación crítica y por ello es imprescindible enfocar nuestra estrategia a generar proyectos tripartitas, comunidad-gobierno y sociedad civil, que fortalezcan la economía familiar de estos grupos vulnerables.

Según la Organización de las Naciones Unidas, “cada vez que un niño llega al mundo, hay una oportunidad de romper el ciclo de la pobreza, la violencia y la exclusión. Protegiendo los derechos del niño, un país puede otorgar a una generación las llaves para liberar el vasto potencial que le fue negado a sus padres.”

 

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