¿Son pertinentes las actuales políticas sociales dirigidas a niños y niñas de la calle?


Pensar en la infancia y juventud callejera puede llevarnos a lugares comunes, es decir, imaginar que este fenómeno social tiene “solución” con medidas asistenciales o que “sólo con amor” estos chicos encontrarán su camino. Desafortunadamente estas son las acciones que han impedido al país enfrentar una realidad compleja y lacerante para miles de niños, niñas y jóvenes en todo el territorio nacional.

Con La Ciudad, sus Niños y la Calle, tercer libro de la Serie: Infancia y Juventud Callejera, Practica Social y Propuestas de Política Pública, se recuperan las propuestas presentadas en 1999 al gobierno de la ciudad, al tiempo que se presenta como una plataforma para evaluar la eficacia y pertinencia de diversas acciones de gobierno. Es sin duda un testimonio de lo que falta por hacer en este rubro.

Al recuperar uno de los primeros documentos de las organizaciones sociales, es posible corroborar la urgente vigencia de las propuestas referidas en este libro. Una de las lecciones más evidentes es el impacto desfavorable de la desarticulación, duplicación y contradicción de esfuerzos con un mismo grupo de niños. La poca continuidad de muchos programas y la influencia de una cultura política clientelar y competitiva, han generado un escenario en el cual el niño callejero puede hacer uso de diversos servicios asistenciales sin modificar su condición de callejero, es decir, arraigando a los y las niñas en la calles.

Desafortunadamente aún continuamos observando que los programas oficiales dedicados a los “niños de la calle” en todo el país, hacen gala de duplicidad, desarticulación y contradicciones. Por ejemplo, desde el DIF Nacional se impulsa el programa asistencial “De la calle a la vida”, de forma paralela la Secretaría de Desarrollo Social está por instalar –en la ciudad de México y en plena contienda electoral- 10 “Centros de Promoción para la Infancia”, los cuales compiten con las acciones que por su parte realizan el DIF local y las diversas delegaciones.

Si resumimos los errores del poder con la población callejera, encontramos que:

  • Carecen de continuidad porque dependen de los tiempos electorales.
  • No se retoman las experiencias que han demostrado eficacia, sean públicas o privadas.
  • Son programas que exaltan la figura del funcionario, buscando dejar una “huella personal” en la intervención, es decir, “hacer algo distinto” y/o “salir en la foto”.
  • Por lo general son acciones de asistencia social que mantienen sin cambio la situación de los niños, dejándolos en la dependencia institucional o en la caridad pública.
  • El personal destinado para la atención de la población no está preparado, ni cuenta con el perfil u disposición para enfrentar una problemática educativa tan compleja.

El cambio prometido en las campañas electorales, está ausente. Nos enfrentamos nuevamente a la realidad, un voto no cambia el mundo, no evitó la salida de nuevos chicos y chicas a las calles. Se necesitan propuestas, disposición política y actores sociales para evitar que el tema de la infancia y juventud callejera continúe siendo usado como herramienta electoral y llegue algún día a traducirse en políticas públicas para la infancia en alto riesgo social. Es por lo anterior que la Red por los Derechos de la Infancia insiste en la necesidad de una política articulada, integradora y sustentable a favor de esta población.

¿Qué papel le toca jugar a lo público y lo civil?

El reclamo frecuente de los gobernantes a las organizaciones de la sociedad civil estriba en nuestra falta de sensibilidad para entender los tiempos y acciones oficiales, por lo que viven la observancia ciudadana como “un coro de grillos y contestatarios”, perdiendo la oportunidad de superar el discurso maniqueo y entender que no se trata de desplazar al gobierno de sus responsabilidades, como en algunos casos sugiere la lógica del mercado, sino de crear dinámicas de colaboración y mutua responsabilidad dirigidas a construir una sociedad más justa y equitativa.

Sin embargo, en estos últimos años las organizaciones sociales dedicadas a la atención y desarrollo de la niñez, se enfrentan a la carencia de recursos para operar frente a un creciente monopolio de las Fundaciones impulsadas por grupos de alto nivel económico y político. Así mismo, observamos una tendencia a convertir a las OSC’s (Organizaciones de la Sociedad Civil) en OPS’s (Organizaciones Prestadoras de Servicios), es decir, convertirlas en “maquiladoras sociales” al recibir pequeños recursos públicos sin un marco jurídico adecuado para su labor, perdiendo en el camino su espíritu de servicio e innovación que les caracterizaba.

Criterios mínimos de una política social dirigida al fenómeno callejero

Pensamos que el éxito de una política pública depende en gran medida en la coherencia que logre consolidar entre lo estratégico y lo operativo. De forma frecuente las políticas sociales se elaboran a nivel central esbozando líneas generales de acción frente al fenómeno social. Sin embargo al no contemplar los mecanismos operativos a través de los diversos niveles del Estado, es común encontrar acciones contradictorias o duplicidades en los diversos aparatos públicos. Por lo que cualquier acción oficial debe cumplir con lo siguientes criterios:

  • Calidad: Propuestas basadas en un mínimo de conocimientos y experiencias, sobre todo de quiénes trabajan con los niños y niñas y de ellos que sean consecuentes con una concepción filosófica como la que expresa la Convención de los Derechos de la Niñez, en particular con la noción del interés superior del niño.
  • Pertinencia: Propuestas que sean adecuadas a las necesidades de la población de niños y niñas en general, pero también que den cobertura a los perfiles específicos tanto en la actualidad como en perspectiva a futuro. El criterio de pertinencia implica también la adecuación a la Convención de los Derechos Humanos de la Niñez como base de trabajo.
  • Relevancia: Implica buscar las propuestas más significativas para los niños y niñas, que destaquen por su nivel de importancia sobre otras.
  • Presupuesto: No existe política social sólida sin los recursos económicos que la coloquen en el tiempo, recursos públicos que respondan en monto y disponibilidad a la importancia estratégica que representa la infancia en riesgo social.
  • Marco Jurídico: Fundamentar las políticas sociales en el espíritu de la Constitución, la Convención de los derechos de la niñez y los acuerdos internacionales firmados por nuestro país.
  • Transparencia: Tener claramente establecidos los mecanismos de rendición de cuentas en el ejercicio presupuestal, la evaluación y la solidez en los resultados presentados.
  • Visón a futuro: Acciones no cimentadas sobre la persona de un funcionario o grupo de interés –típico del uso electoral-, sino en la posibilidad de impacto en varios años de intervención, es decir, más allá de las administraciones.

Propuestas de acción inmediata frente al fenómeno de la infancia y juventud callejera:

Reconocer la complejidad del fenómeno social, particularmente la presencia cada vez mayor de niños menores de cinco años nacidos en las calles, que nos habla del ejercicio de vida sexual y particularmente de algo que ya no se puede ocultar: la creciente presencia de jóvenes mayores de 18 años que están insertos en esta cultura callejera.

Buscar los mecanismos de articulación entre los esfuerzos públicos y privados, sobre la base de los criterios de calidad, pertinencia, relevancia, presupuesto, marco jurídico, transparencia y visión a futuro.

Por último hacemos un llamado a los Partidos Políticos, Secretarías de Estado, Presidencia y Gobiernos Estatales a evitar y sancionar en su caso, el uso de la población callejera como herramienta electoral. Particularmente, invitamos a presentar sus programas o iniciativas destinadas a la infancia y juventud callejera fuera de los tiempos de la contienda electoral.

Atentamente,

Red por los Derechos de la infancia en México
El Caracol AC

 

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