Ciudad
de México 16 abril 2003: Mientras la infraestructura
sanitaria y asistencial de Irak está muy lejos
de contar con las condiciones mínimas para
la atención de los miles de niños que
– junto con sus familias y comunidades, padecen
de la falta de agua potable, alimentos y seguridad
necesaria para su supervivencia; así como de
los cientos o miles (¿quién los sabe?)
de niñas y niños heridos por la acción
militar sobre todo en aquellas poblaciones como –
como las del norte de Irak- que han sido severamente
castigadas y en donde no ha sido posible aún
que los medios de comunicación logren una presencia
que muestre a los numerosos Alí’s que
seguramente se debaten entre la vida y la muerte.
Televisoras
de países como México o España
han transmitido entrevistas en donde Ali Ismaeel Abbas
– el niño de doce años que perdió
los dos brazos y a su familia en un ataque de las
tropas norteamericanas en Bagdad - cuestiona la “liberación”
de las tropas aliadas y su negativa a ser auxiliado
por las mismas, contrastando con cadenas estadounidenses
(como las que tienen una amplia penetración
en la comunidad hispana de la Unión Americana)
muestran escenas del mismo niño que, con lágrimas
en los ojos, agradece por haber sido trasladado a
un hospital en Kuwait y reducen la nota a un penoso
incidente de guerra (un misil del cual no se menciona
el origen) sobre el cual ya existe una respuesta humanitaria.
Como
símbolo de las atrocidades de la invasión
militar a Irak y de su impacto en la infancia, la
situación de Alí ha sido apropiadamente
denunciada por los medios de comunicación de
todo el mundo. No por nada el propio primer ministro
de Gran Bretaña, Tony Blair, se aprestó
a ofrecer su ayuda para atender los reclamos de los
médicos que en Bagdad luchaban por mantener
a Alí con vida para que fuera trasladado a
un hospital que le brindara atención apropiada.
Los
asesores en mercadotecnia de gobiernos como el de
la Gran Bretaña – y los medios de comunicación
que han apoyado esta violación a los Tratados
Internacionales- seguramente serán sensibles
a la importancia de mostrar que, a pesar de situaciones
como la de Alí, los motivos de la invasión
han respondido a razones profundamente “humanitarias”,
por ello cuidarán de que la recuperación
de este pequeño cuente con la más alta
calidad de asistencia y, por supuesto, sea apropiadamente
publicitada.
Así,
tales cadenas informativas enfatizan las imágenes
de miembros de las milicias invasoras entregando comida
o dulces a los niños, convirtiéndoles
de ejércitos victimarios a organismos de protección
humanitaria, en una situación contraria a toda
lógica: los menos indicados para lograr restaurar
el orden y los servicios básicos para la población
(suponiendo que esta fuese una tarea que les interesara)
son aquellos que los han destruido. Esto muestra la
necesidad de que, en esta etapa, dicha tarea fuera
asumida por las estructuras de las Naciones Unidas
como un organismo neutral ante el conflicto. Desgraciadamente
la negativa de los gobiernos de la coalición
Anglo estadounidense impide una alternativa como la
anterior.
Este
tipo de mediación publicitaria contrasta con
las denuncias realizadas por numerosas organizaciones
internacionales de derechos humanos, como Amnistía
Internacional, que señalan que la prioridad
de los ejércitos invasores ha sido la de proteger
el petróleo y no a la población civil,
por lo que los voceros militares han confirmado que
no estaban suficientemente preparados para enfrentar
la crisis humanitaria que está padeciendo la
población civil iraquí, a pesar de las
reiteradas advertencias que durante las semanas previas
a la invasión habían hecho los mismos
organismos internacionales sobre los efectos que produciría
este conflicto.
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