La visión asistencialista sobre los derechos de la Infancia del 3er. Informe de Gobierno del Presidente Vicente Fox

Por Gerardo Sauri Suárez de la
Red por los Derechos de la Infancia en México
Septiembre de 2003.

 

El tercer informe de Gobierno del Presidente Vicente Fox, al igual que en los dos anteriores, refleja una visión asistencialista sobre los derechos de la infancia al ubicarlos principalmente dentro del ámbito de los grupos vulnerables y no como un instrumento para el disfrute y ejercicio pleno de los derechos de toda la niñez mexicana. Junto con ello, predomina un trato fragmentado de las políticas relacionadas con este sector de población que contradice las aspiraciones de diversos tratados internacionales firmados por el gobierno mexicano, como los acuerdos de la Sesión Especial sobre Infancia de mayo de 2002.

Las escasas referencias a la infancia en los ya tres mensajes políticos que el Presidente Fox ha dirigido los 1os de septiembre del 2001 al 2003 al Congreso de la Unión el día de la presentación de sus informes respectivos (y que son entendidos como un posicionamiento sobre los aspectos prioritarios de su gobierno), denotan la fragmentación señalada y la ponderación de las acciones asistenciales. Además, resalta el hecho de que en ninguno de los mensajes pronunciados en los tres informes referidos se haya hecho mención alguna a la noción de derechos de la infancia.

En el informe escrito del 2003, al igual que en los dos anteriores, las principales referencias a los derechos de la infancia se encuentran consignadas en el capítulo sobre desarrollo social y humano, dentro de la sección de grupos vulnerables.

Dentro de la sección mencionada, en esta ocasión - en el informe escrito del 2003, el tema “Protección y Promoción del Desarrollo Pleno de Niños y Adolescentes” destaca como principales resultados:

  • La creación del Programa de Acción 2002-2010 (PAFI)
  • La consolidación del Consejo Nacional para la Infancia y la Adolescencia (COIA)
  • Como organismo rector de las políticas públicas.
  • Los avances del programa “de la calle a la vida”
  • La atención a niños de madres trabajadoras
  • Las acciones de promoción de los derechos de la niñez y,
  • La atención a la salud adolescente

Aún cuando resultaría conveniente un análisis detallado de cada uno de los aspectos enunciados dentro del informe, sobre todo porque muchos de ellos generan interrogantes, por razones de tiempo y espacio analizaremos algunos aspectos centrales de estos temas.

¿Proteger al niño o a sus derechos?

Ya desde los debates previos a la Sesión Especial de la ONU sobre Infancia fue posible observar que diversos gobiernos, en particular el de los Estados Unidos (único país en el mundo que no ha ratificado la Convención de los Derechos del Niño) se muestran renuentes a aceptar que los nuevos acuerdos internacionales y las políticas públicas en sus respectivos países se orienten a garantizar los derechos humanos establecidos en la Convención de los Derechos del Niño de 1989.

Una de las estrategias para debilitar el cumplimiento de la Convención por parte de dichos gobiernos ha sido la utilización del argumento del “bienestar de la infancia” al que colocan como una aspiración superior: de lo que se trataría desde esta lógica es proteger a los niños y promover su desarrollo.

La práctica muestra que este argumento ha servido para que los diversos gobiernos a nivel mundial, incluido el mexicano, den prioridad a los aspectos más básicos del desarrollo infantil en materia sobre todo de salud y educación y establezcan metas que en general no les han obligado a modificar sustancialmente su gasto social o las estructuras gubernamentales encargadas de alcanzarlas. Aún así las evaluaciones de la década pasada muestra que los gobiernos no fueron capaces ni siquiera de cumplir los propósitos más asistencialistas debido principalmente a que sus intenciones quedaron sometidas a las crisis económicas, sin que se haya invertido lo suficiente para alcanzar lo propuesto.

Frente a lo anterior, la Convención obliga a los Estados firmantes a dar efectividad a los derechos a través de medidas concretas como asignar el máximo de los recursos de que dispongan (Art. 4 de la Convención).

Por ello, el esfuerzo de diversos organismos y ONGs internacionales se ha centrado en lograr que los acuerdos establecidos en materia de infancia se orienten a proteger los derechos de la infancia, ya que esta noción supone desarrollar todas las medidas administrativas, legislativas y de otra índole para dar efectividad a todos los derechos reconocidos en la Convención: los sociales, los políticos, los económicos y los culturales, para todos los niños y todas las niñas.

Los compromisos adquiridos por gobiernos como el mexicano obligan a crear planes o programas que brinden protección a todos los derechos de manera tal que niñas y niños puedan disfrutarlos y ejercerlos.

En el discurso del Presidente Fox y en el propio Programa Nacional de Acción 2002-2010 predomina la tendencia de sustentar las políticas públicas sobre la idea de protección de los niños y no de sus derechos, lo que contradice nuestro marco jurídico no sólo por el hecho de ser México un estado que ha ratificado la Convención como ley suprema de la República, sino porque además los derechos de la infancia son reconocidos en el artículo 4° de nuestra Carta Magna y en la propia Ley para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes aprobada en el 2000.

Falta saber si esta ambigüedad que refleja el discurso presidencial tiene que ver con el desconocimiento de las implicaciones que conlleva el haber suscrito la Convención o de si se trata de una forma de evitar hacer las modificaciones estructurales necesarias para su cumplimiento, como ocurrió con las administraciones pasadas.

Incluso el gobierno federal no ha cumplido con la responsabilidad que le asigna la ley antes mencionada, que en su artículo 7° le obliga a adoptar un Programa Nacional para la Atención de los Derechos de la Infancia y la Adolescencia con el concurso de las entidades federativas y municipales, así como de los sectores privado y social y de la propia infancia.

PAFI: ¿catálogo o programa?

En otros espacios hemos señalado que el Programa Nacional de Acción a favor de la Infancia 2002-2010 – que es referido en el 3er Informe del Gobierno de Fox como uno de los logros, constituye más bien un catalogo o inventario de programas y acciones de gobierno desarticuladas e incluso contradictorias, cuya elaboración no significó en ninguna medida modificar estructura alguna de gobierno, como si todo lo heredado por los gobiernos priístas hubiese sido suficiente para dar respuesta a los compromisos adquiridos en materia de derechos de la infancia y no justamente lo opuesto.

El PAFI – contrario a lo que señala el informe, se caracterizo por excluir en su elaboración las propuestas y participación de la gran mayoría de organizaciones no gubernamentales mexicanas que desarrollan diversos programas relacionados con la niñez. Más aún, al estilo de las viejas administraciones priístas, el intento de algunos grupos por influir en la agenda política, fue utilizado para avalar un documento con severas deficiencias como la de no contar con metas e indicadores claros y mesurables en todas sus líneas de acción, lo que lo convierte en un instrumento de poca ayuda para orientar las políticas públicas o para evaluarlas, que puede servir para publicitar cualquier tipo de acción relacionada con la infancia como si fuese parte de un plan adecuadamente estructurado.

COIA: ¿estás ahí?

Si por consolidación del Consejo Nacional para la Infancia y la Adolescencia (COIA) en el informe se le entiende como el hecho de haberlo colocado en un sitio en donde prácticamente se encuentra en el olvido y dependiente de otras prioridades, entonces podría explicarse el grado de inactividad y la falta de convocatoria que dicha instancia ha tenido desde su creación.

Lejos de ser una instancia rectora y articuladora de las políticas públicas, el COIA transitó de la supersecretaría coordinada por Sarukhán en 2001, luego al limbo dentro del gabinete social en el 2002, para finalmente establecerse dentro de la Secretaría de Desarrollo Social en 2003 reduciendo así sus alcances y posibilidades de convocatoria dentro del propio gobierno.

Aún así, desde dicha instancia no ha tenido algún papel relevante en la definición o evaluación de las políticas públicas durante todo este período y su existencia es incluso desconocida por diversos funcionarios de gobierno de las diversas instancias que tienen algo que ver con las políticas sobre la infancia.

De la calle a la misma

El Tercer Informe de Gobierno de Vicente Fox consigna que el Programa “De la Calle a la Vida” para finalizar el 2003 habrá destinado 21 millones de pesos (sin especificar que al menos la mitad de estos recursos es asignada a las propias instancias de gobierno) y se habrá apoyado a 84 Organizaciones Sociales Civiles, sin mencionar que el apoyo es discrecional, se asigna a través de becas directas a niños de la calle (lo que ha sido señalado como un riesgo de fomentar la vida en la calle) y constituye apoyos de única ocasión durante un año, que en concreto no llegan a rebasar lo que una OSC requiere en un mes para el sostenimiento de sus programas.

A lo anterior es necesario agregar que las OSC –como se les denomina en el informe- enfrentan durante lo que va de la administración foxista una enorme crisis de financiamiento provenientes de la cooperación internacional que se ha alejado con mayor rigor del escenario bajo la lógica del”bono” democrático que supuso la alternancia en el poder y por la concentración de recursos provenientes de empresas privadas que algunas fundaciones cercanas al gobierno han realizado.

La forma en que fraguó el programa “De la calle a la vida” desde las instancias de gobierno significó desarticular lo que apuntaba a constituirse como un movimiento nacional a favor de los niños de la calle fomentando, como consecuencia, en ONGs y gobiernos estatales y municipales, acciones localistas y sin coordinación, en una lógica que quizá reflejó el temor de las autoridades federales de no contar con los recursos y la infraestructura necesaria para atender a las ocho líneas de acción que formaban parte del proyecto original creado por las ONGs.

En el mismo apartado sobre “de la calle a la vida” se hace alusión a la estrategia de Centros de Promoción para la Infancia en Situación de Calle (Matlapa), que consiste en la instalación y desarrollo de 10 Centros de Día para atender a niños y jóvenes que viven en la calle, promovidos desde el Instituto Nacional de Desarrollo Social (INDESOL) de la Secretaría de Desarrollo Social.

Se trata de un proyecto sobre el cual organismos como el Caracol han elaborado un análisis detallado. En nuestra opinión, el proyecto citado aún cuando puede representar una interesante experiencia de políticas sobre infancia en situación de calle y – sobre todo, la oportunidad de encontrar recursos para su operación para un muy reducido número de ONGs, las determinaciones políticas sobre las que estos centros se han instalado en la Ciudad de México - en una lógica que parece más orientada a ganarle terreno a la popularidad alcanzada por el Jefe de Gobierno -, ponen en riesgo la posibilidad de que los tiempos de operación de cada centro se logren armonizar a tales determinantes.

Pero además, lo que se deja de lado es que tanto el Programa “De la calle a la vida”, como “Matlapa” significaron el fracaso en dos intentos de negociación de un conjunto de organizaciones no gubernamentales a nivel nacional que se dirigía a crear una política pública articulada en los ámbitos estatal y federal para atender y prevenir el fenómeno de los niños en situación de calle. Ambos programas han fomentado la desarticulación e incluso la división entre organizaciones, reduciendo la posibilidad de enfrentar con mejores condiciones este severo problema.

¿Hay menos niños trabajadores?

Desde el “Estudio de las 100 Ciudades” realizado por el DIF en conjunto con UNICEF en 1997 se manejaba que en dichas ciudades existían aproximadamente 114 mil niños trabajadores. En el Tercer informe de gobierno se afirma que esta cifra se ha reducido en un 17% ya que el “Segundo Estudio de Niñas, Niños y Adolescentes Trabajadores” logró identificar a 94 795 “menores en situación de trabajo”.

El primer estudio había recibido críticas de diversos organismos por haberse realizado con una muy reducida participación de los Organismos de Sociedad Civil, sin embargo en el segundo estudio de 2002 dicha participación fue nula.

Lo anterior hace que las cifras consignadas en el Tercer Informe despierten dudas respecto de su veracidad sobre todo cuando los propios datos oficiales consignadas en el Sistema de Seguimiento de la Infancia y la Adolescencia (SISESIA), incluido dentro de la estrategia “Contigo” del gobierno federal, relacionadas con el trabajo infantil – que se basan a su vez en las cifras de la Encuesta Nacional de Empleo de la STPS y el INEGI y que en todo caso gozarían de mayor reconocimiento – muestran también que de 2000 a 2002 habría ocurrido una disminución del número de niños trabajadores, pero esta disminución no sería mayor de entre el 2% y el 5% según en rango de edad. Adicionalmente habría que señalar que la encuesta nacional de empleo no consigna a los trabajadores infantiles menores de 12 años de edad y tiene problemas para recoger los datos de la población infantil ocupada en empleo informal y en particular la relacionada con los jornaleros agrícolas.

En todo caso, el número de niños trabajadores habría pasado de 1, 894,000 en el 2000 a 1, 799,300 en 2002 aceptando una disminución incluso del 5%.

Las dificultades para ponerse de acuerdo aún sobre las cifras oficiales nos llevan a insistir en la necesidad de generar un sistema de indicadores con la calidad científica y moral que arroje datos que no dependan de las coyunturas determinadas por el poder público.

Vacíos y pendientes

Lejos parece el 6 de marzo de 2001 en donde el Presidente Fox, en el marco de la presentación del programa “De la Calle a la Vida”, anunció 31 mil millones de pesos que todo mundo entendió como un compromiso de inversión en la infancia.

Sin embargo parte de las enormes deficiencias es que a la fecha sigue siendo muy difícil saber con exactitud cuanto del gasto público social se invierte en garantizar los derechos de la infancia.

Por otro lado, podría pretextarse que las reformas llamadas “estructurales” que no fueron aprobadas por el Congreso limitaron al gobierno del Presidente Fox en su capacidad de obtener los ingresos suficientes para cumplir con sus compromisos. No obstante muchas cosas podrían haberse hecho aún sin pasar por dichas reformas.

Un ejemplo, es que la administración federal no pareció muy activa en presentar iniciativas de ley que atendieran a los pendientes en materia de derechos de la infancia. De entre las 51 iniciativas presentadas a la 58 Legislatura (de las cuales 46 le fueron aprobadas) muy pocas tuvieron que ver con temas relacionados con los derechos de la infancia.

Algo similar ha ocurrido con las iniciativas presentadas de diciembre de 2000 a agosto de 2003 ante el Senado de la República en donde el ejecutivo federal sólo presentó una iniciativa en esta materia relacionada con la explotación sexual comercial misma que fue dictaminada y aprobada por el Senado y que está pendiente de aprobación por la Cámara de Diputados.

Lo anterior ha ocurrido a pesar de que el propio PAFI presenta enormes pendientes en esta materia y en donde se cuentan con urgencias relacionadas con temas como: justicia juvenil, violencia intrafamiliar, sistemas de protección de los derechos de la infancia, discriminación por razones de edad. Además la Red por los Derechos de la Infancia en México ha presentado en diversas instancias del gobierno federal una propuesta de agenda legislativa sobre temas urgentes que aún no ha tenido una respuesta satisfactoria.

De esta forma, las acciones de promoción de los derechos de la niñez que se incluyen en el Tercer Informe de gobierno muestran un pobre esfuerzo en estimular un apropiado marco jurídico que atienda incluso las recomendaciones del Comité de los Derechos del Niño de la ONU.

Llama la atención también que el capítulo al que hemos hecho mención no incluya información sobre las acciones realizadas frente a otros problemas como la Explotación Sexual Comercial, la situación dentro de los Consejos Tutelares (lo que muestra una gran insensibilidad el informe reciente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos en esta materia), el tráfico y robo de niños, así como muchos otros temas.

Por otro lado la falta de una política estructurada para la protección de los derechos de la infancia convierte el análisis de las acciones de gobierno que tienen relación con ello en una tarea sofisticada y tortuosa, sobre todo si se considera que en México no existen las suficientes instancias para realizar análisis a mayor profundidad.
Los retos

En este caso optamos por referirnos a los retos sobre los cuales es necesario que el gobierno federal trabaje, ya que los que se incluyen dentro del 3er. Informe de gobierno en la sección de grupos vulnerables, reflejan la visión asistencialista que ya hemos señalado.

De esta forma consideramos que existe la oportunidad de fortalecer las acciones de gobierno para lo que resta del sexenio a través de:

  • Fortalecer la agenda de derechos humanos que se desarrolla en el marco de la Secretaría de Gobernación, particularmente en el tema de derechos de la infancia que signifique la concurrencia de las instancias de gobierno más relevantes y, sobre todo, que cuente con una real participación de las ONGs y de niñas, niños y adolescentes.
  • Fortalecer mecanismos como el COIA para que cuenten con la capacidad jurídica para constituirse en órganos rectores de las políticas públicas y que cuenten con una amplia presencia ciudadana con capacidad de tomar decisiones en esta materia.
  • Crear un sistema de indicadores que permita conocer con precisión el gasto social dirigido a los derechos de la infancia, así como evaluar su eficacia, en forma autónoma e independiente de las decisiones de gobierno.
  • Consolidar una agenda de temas legislativos que sean presentados y negociados con las cámaras, con el concurso de las organizaciones de la sociedad civil.

 

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